POR QUÉ TIENE
MANCHAS EL JAGUAR…
Había
una vez un jaguar caminando por el bosque a la noche. Y el jaguar era de piel
amarilla.
Entonces
escuchó un ruido por los arbustos y fue a ver. Mientras caminaba, justo unas
señoras estaban en el bosque y estaban con una tarea de pintura negra, pero los
hombres también se asustaron y se olvidaron el tarro de pintura.
El
jaguar tocó el tarro y se manchó la pierna y él se quería sacar la pintura y se
empezó a rascar la oreja y su cabeza.
Con
la pintura se mancha todo el cuerpo y así empezaron las manchas del jaguar. Fue
a su casa y justo se chocó con una amiga de él, entonces ella se manchó también
por abrazarlo.
Entonces
como él estaba enamorado de ella, le dijo si se quería casar y ella dijo que
sí. Y se casaron y tuvieron hijos manchados y vivieron felices por siempre. FIN
DÉBORA
Un año después tuvieron hijos y le salieron manchas negras... Y así se hicieron las manchas del jaguar.
EZEQUIEL P.S.
Unda, el
jaguar, se encontró en el camino con unos cazadores y le vieron. Pero como el
jaguar era tan veloz corría, corría, hasta que los cazadores de tanto seguirles
se cansaron y le perdieron de vista… NOE
Érase una vez cuando había
jaguares en donde el destino, no había agua, peleaban entre ellos, hasta que
uno se murió. Otro de los jaguares se fue porque no había agua, y como se fue,
en el camino le echaron petróleo unos hombres. El jaguar se asustó y quedó todo
con manchas negras. X
Había una vez un jaguar que se le cayó un balde de pintura encima. Por eso se le hizo una mancha de color negro, también el fuego le hizo unas manchas negras.
El jaguar salió a jugar y se olvidó de sacar las manchas. Por eso se quedó así, las cenizas y la pintura se mezclaron , y no se lo pudo sacar.
GIULIANA
Esto nos imaginamos, y después escuchamos otra versión:
Los animales y el fuego
Recreación del folklore mataco por Miguel Ángel Palermo
Extraído,
con autorización del autor, del libro Los animales y el fuego
(Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1978. Colección Los Cuentos del Chiribitil).
Hace mucho tiempo los animales hablaban y hacían cosas de personas.
Pero no tenían fuego, y como no se habían inventado los fósforos los pobres
tenían que comer su comida cruda, que mucho no les gustaba, y en invierno pasaban
bastante frío.
El Jaguar en esos tiempos no tenía manchas, sino que era todo lisito, amarillo.
Un día que estaba tomando calorcito en una montaña alta, al Sol le dieron lástima
los animales y lo llamó:
—¡Eh, Jaguar! Te voy a dar una cosa para que usen vos y los demás animales.
—¿Qué es? ¿Algo para comer? —dijo el Jaguar, que era bastante tragón.
—No, te voy a dar un poco de fuego. Hacé un atadito de ramas y pasto seco y
levantalo, que yo te lo enciendo. Pero tenés que convidarle a todos, ¿eh?
—Síii —dijo el Jaguar. Y preparó una antorcha, que el Sol prendió.
—Gracias, ahora les llevo a todos. Hasta pronto, Sol.
Y bajó de la montaña. Pero el Jaguar, no bien se alejó, dijo:
—¡Ja, ja! Ahora sí que voy a poder comer churrasquitos y asados y no todas
esas porquerías crudas. Y en invierno no voy a pasar más frío. Y a los demás no
les doy nada, porque al fin de cuentas la antorcha la preparé yo y me tomé el
trabajo de bajarla.
Así que se fue a su casa, juntó ramas e hizo un lindo fuego, al que iba agregando
a cada rato leña para que no se apagara nunca. Y comió asado y se acostó a dormir
al calor del fogón.
Pero la Avispa, que era muy curiosa y siempre andaba escuchando las conversaciones
de los demás, había oído lo que el Sol había dicho, así que se fue volando a avisar
a los demás.
—¡No puede ser! —dijeron los otros—. ¡Nosotros también queremos fuego! Vamos
a pedirle.
Entonces mandaron a la Lechuza, que sabía hablar muy bien, para que pidiera
al Jaguar una brasita. Pero cuando la Lechuza empezó a hablar el Jaguar le gritó:
—¡NOOO! ¡El fuego es MÍOOO! —y pegó tales rugidos que la pobre Lechuza se asustó
mucho y se escapó volando.
Entonces mandaron a la Vizcacha para ver si convencía al Jaguar. Pero no bien
empezó a hablar el Jaguar se enojó; se puso a rugir y la sacó corriendo.
Entonces mandaron al Loro, que empezó a dar charla al Jaguar, de cualquier
cosa, para ver si se ablandaba y le convidaba una brasita. Y habló tanto que el
otro se quedó dormido, medio mareado de escucharlo hablar tanto.
Entonces el Loro dijo:
—Bueno, vamos a aprovechar y a sacar un poquito de fuego.
Pero no se le ocurrió nada mejor que agarrar una brasa con el pico, y se quemó
la lengua. Pegó un grito y el Jaguar se despertó.
—¿Qué hacés? ¡Loro sinvergüenza! ¡Te voy a dar! —Y se abalanzó sobre el Loro,
que se escapó volando.
Entonces los animales mandaron al Zorro, que era muy vivo. Cuando el Zorro
llegó adonde estaba el Jaguar le dijo:
—¿Cómo le va, don Jaguar? —y empezó a charlar haciéndose el distraído.
—¡Basta de charlas, que ya me cansó el Loro! —le contestó el otro.
—¡Huy, cuánto trabajo tiene para mantener este fuego! ¿No quiere que lo ayude
trayendo ramas?
Como el Jaguar era bastante vago le dijo que sí y el Zorro empezó a trajinar
trayendo leña, amontonándola y echándola al fuego. El Jaguar empezó a amodorrarse
mientras vigilaba por las dudas al Zorro. Entonces éste le dijo:
—El fuego se va a apagar si no acomodamos mejor la leña. Voy a usar un palo
para acomodar las brasas.
Agarró un palo y empezó a revolver el fuego, hasta que la punta se encendió
bien; vio de reojo que el Jaguar se distraía y bostezaba y salió corriendo con
el palo encendido.
El Jaguar pegó un salto para atraparlo, pero el Zorro había dejado atravesados
unos palos, así que el Jaguar tropezó, se cayó y se ensució la piel con los carbones.
El Zorro corrió tanto que el Jaguar no lo pudo alcanzar.
—¡Ahora sí que me embromó el Zorro este! ¡Me sacó fuego y encima me caí y me
manché la piel, tan linda y lisita que la tenía!
Desde entonces todos tuvieron fuego para cocinar y calentarse en invierno y
los jaguares tienen manchas negras y andan siempre de malhumor.
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